El pasado 29 de mayo el deporte nacional e internacional despertó con la cruda noticia del secuestro del futbolista mexicano Alan Pulido que en la actualidad milita en el Olympiakos de Grecia y tras haber finalizado la liga como campeones, se encontraba de vacaciones en México.
La pesadilla del ex atacante de Tigres se dio a conocer alrededor de las 11 de la noche del sábado 28 tras regresar de una fiesta familiar en una comunidad de Ciudad Victoria Tamaulipas, en compañía de su novia Ileana Salas, cuando un comando armado les cerró el paso y lo privó de la libertad. A su acompañante la dejaron ir. La mañana del domingo, un hermano de Pulido confirmó los hechos y la noticia se extendió de forma viral.
En una nota que difundió la revista Proceso informó que la zona donde fue secuestrado la controla el grupo delictivo de Los Zetas. Es donde se han encontrado narco fosas y casas de seguridad.
Tras hacerse pública la noticia a nivel internacional, las autoridades de Tamaulipas, con el apoyo de fuerzas federales, ejército y grupos antisecuestros, iniciaron una búsqueda intensa del jugador. Las pesquisas fueron inútiles, pues al transcurrir 24 horas, la misma víctima logró escapar de sus captores.
Se filtró que Pulido, al mirar una oportunidad de quedar libre, forcejeó con el sicario que se encargaba de cuidarlo. En el combate, el ariete golpeó al malhechor y logró escapar. Al ponerse a salvo, marcó al 066 para informar donde estaba. Se dio una rápida movilización y lo rescataron. En el lugar detuvieron al custodio del jugador y lo pusieron bajo la tutela del ministerio público.
Por ser un escándalo que alcanzó impacto internacional, en las redes sociales se exhibió la crisis de inseguridad que atraviesa México. Pero hay otras historias cotidianas que vive gente común y corriente que no se conocen. En Veracruz prevalece la barbarie, donde han asesinado a varios periodistas. Lo mismo pasa en Guerrero y Sinaloa, donde los cárteles de la droga son amos y dueños del lugar.
Pero no es la primeravez que a través del deporte trasluce la violencia que prevalece en el país. Nadie olvida el rapto del timonel Rubén Omar Romano, en el 2005, al salir de un entrenamiento del Cruz Azul. El técnico estuvo desaparecido 65 días hasta que lo liberó la policía federal.
Pero en otras ocasiones los deportistas pasaron de víctimas a verdugos. El ex portero de los Rayados de Monterrey, que también jugó con los Jaguares de Chiapas, Omar Ortiz Uribe, mejor conocido como “El Gato Ortiz”, fue acusado en el 2012 de pertenecer a una banda de secuestradores que operaban bajo el mando del Cártel del Golfo. Perpetraron más de 20 en Monterrey. Desempeñaba el papel de informante, daba los nombres de los posibles candidatos a secuestrar. Ortiz podría pasar 50 años en las mazmorras.