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¿Y?

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Autores: Oralia Guzmán, Elida Mendoza y Juan Pablo Moreno

PRELUDIO

El ¿Y? es una pregunta a otra pregunta. La petulante negativa a informar a los subordinados. Ano rendir cuentas. Es ya el axioma de un modelo autoritario de gobierno, enemigo de la crítica. Es un aviso que asfixia, para no indagar, cómo se abordan y resuelven los asuntos de la comunidad. Es la semántica abreviada que inhibe, cercena el diálogo, el derecho a preguntar y saber. Es un comportamiento arbitrario que entierra al otro. Lo pulveriza y desaparece. Es un asomo al fascismo.

El ¿Y? fue la actitud retadora que asumió Marcelo de los Santos, cuando le dijeron que la policía golpeaba a opositores a la minera San Xavier, en el contexto del primer informe de actividades. El ¿Y? vino cuando revolvió la figura política con cuestiones religiosas, al acudir a un aniversario de la diócesis potosina. El ¿Y? fue la intestinal reacción al reclamo de los costosos e inútiles viajes a Europa, acompañado de un obeso séquito. El ¿Y? fue el descaro asumido, al ser descubierto, de pagar con la nómina estatal, a domésticos particulares.

Casi a la mitad del camino, Jesús Marcelo de los Santos ha delineado, nítido, los perfiles de su mandato: el derroche a ultranza y la prepotencia. Ni siquiera ha presumido que arribó al poder con la aureola de opositor, ya que es beneficiario de oscuras maniobras, instrumentadas por los grupos hegemónicos. Y en la práctica cotidiana, encarna los peores vicios, que se creyeron extintos.

Editado por la serie, Libros de La Noticia, en la tercera obra, se analiza el dispendio irracional, de un personaje índole en el manejo de las finanzas, en una entidad sumida en la pobreza. Marcelo de los Santos, desfasado, sin freno alguno, dilapida el patrimonio colectivo, como si fuera jeque petrolero, mandante europeo, importado para el altiplano guachichil.

Por su lacerante actualidad, se retoma el fraude carretero y el caso de los fallidos invernaderos de Santa Rita, donde se confirman los nexos políticos y económicos, que guarda Marcelo de los Santos con su predecesor Fernando Silva Nieto, al que efectivo, lo hizo impune, ajeno a los incesantes reclamos de justicia.

Y aunque el soberbio ejecutivo se presume autónomo, en al penumbra y en la luz, se constata su dependencia umbilical con el jefe político de San Luis, Horacio Sánchez Unzueta, que lo vigila y acota con cientos de espías, disfrazados de colaboradores en el gabinete, donde son mayoría.

No obstante que los números son la especialidad de Marcelo de los Santos, ha resultado un pésimo administrador, que trastoca las cuentas y se muestra insensible a las prudentes voces que lo conminan a no incrementar los débitos y apegarse a la ley de transparencia. También se ofrece el retrato de un mandatario de extrema derecha, inmune a los cuestionamientos colectivos, enemigo del sindicalismo independiente. El velo se corre y aparece el rostro oxidado de un auténtico baluarte del viejo régimen, salido de las entrañas del PRI.

Hacer negocios, parece ser la divisa de Marcelo de los Santos, lo que lo convierte en uno más, en la convulsiva historia de la política local. Y como Carlos Jonguitud Barrios, Leopoldino Ortiz Santos o Fernando Silva Nieto, tiene de principales aliados a sus familiares. Un capitulo pendiente, que debe ser contado con máxima objetividad a los potosinos, es la historia de Marcelo de los Santos Anaya, traficante de influencias, metido de lleno al deporte profesional, la especulación del suelo urbano y los carros “chocolatesâ€.

Una característica sui generis reviste de oscuro demócrata a Jesús Marcelo de los Santos Fraga: salpica hacia arriba, abajo y todos lados. Sus principales funcionarios, al final del sexenio, podrán engrosar las reducidas filas de los nuevos ricos en San Luis Potosí. Pero se trata también de otra crónica que habrán de esperar los sufridos lectores de La Noticia. Por lo pronto, para su completo beneplácito, les contamos, sin ambages, los entretelones de una tragedia local, donde el anti héroe trasciende al revés, en una buhardilla perdida en el tiempo y espacio.

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FERNANDO SILVA NIETO O EL SEXENIO PERDIDO

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PREFACIO

En su desdibujada campaña de candidato a gobernador por el suspicaz Partido Conciencia Popular, uno de los mayores aciertos de Gonzalo Andrade Reyes, fue calificar a Fernando Silva Nieto, como el más corrupto de todos los tiempos.

Quizá resulte difícil un símil histórico con el sátrapa Gonzalo N. Santos, que además de homicida confeso, a través de sus memorias, tuvo el temple indispensable para ceder el manejo financiero de la capital a la burguesía potosina y la huasteca convertirla en su bastón absoluto.

En su época de oro, Carlos Jonguitud Barrios manejo a su antojo, las cuotas del magisterio nacional. En San Luis, fue el ejemplo más contundente del despotismo, aunando al saqueo sin limite, vía su impune yerno, Eibar Castilla Sosa.

No se quedó atrás Leopoldino Ortiz Santos, que combinó su acentuada frivolidad con un apetito insaciable para derrochar el erario. A sus colaboraciones preferidos, les llenó los bolsillos de dinero, que venía de los contratos de obras más sustanciales. A los amigos y familiares, les colmó de beneficios.

En el contexto de la sucia competencia, agravios e ilícitos, Andrade puso en la cima a Fernando Silva Nieto, que no obstante comprar a la mayoría de la prensa local, le fue imposible impedir se conocieran sus constantes atropellos.

La fábula que pudo pintar a un Silva Nieto inocuo, manipulado por su tutor, Horacio Sánchez Unzueta, que le impuso el gabinete, contrastó con la figura de un ejecutivo sin escrúpulos para hacer negocios personales con el dinero del pueblo, siempre apoyado por sus sobrinos, Rafael Eduardo y Francisco Xavier Silva Melgarejo, igual de perniciosos.

Silva Nieto tranzó sin buscarlo, un paralelismo con el interino y fallido reeleccionista, Gonzalo Martínez Corbalá, que ocultó sus despliegues en la poderosa constructora, Ingenieros Civiles Asociados, cuya sede está en el Distrito Federal. Por medio de amañado concurso, le cedió el distribuidor vial Benito Juárez, que costó más de 40 millones de pesos. Fernando Silva se coludió con la Compañía Contratista Nacional, ajena al ámbito local.

En un tramo de su mandato, Silva Nieto actuó sin piedad contra su propia legión extranjera, a la que desarticulo cuando pudo convertirse en un fugaz contrapeso. El astuto secretario de gobierno, Juan José Rodríguez Medina, que le arrebató el poder por poco tiempo, pereció cuando trato de repetir la formula de su jefe, al meterse al ámbito de los fáciles y seguros negocios.

Si Horacio Sánchez tuvo las riendas de la política y Silva Nieto el manejo del dinero, al final, juntos conspiraron para destruir el PRI y entregar la gubernatura al amigable panista Marcelo de los Santos, con el compromiso capital de mantener a salvo a su antecesor.

Pero el futuro de Fernando Silva Nieto puede complicarse en extremo, si sus adversarios políticos, los diputados locales, Juan Ramiro Robledo y Eduardo Martínez Benavente, logran acuerdos internos en el congreso, para hurgar los renglones donde obtuvo pingues ganancias, junto con la élite burocrática.

En las primeras sesiones, la bancada del PRI, que comanda Manuel Medellín, perdió posiciones claves, como la gran comisión, oficial mayor, contador de hacienda y la cartera de vigilancia, lo que abonó la posibilidad de socavar rápido la endeble figura de Fernando Silva Nieto, que habló de auto exiliarse a Inglaterra donde ampliará su perfil académico.

En el trayecto del saqueo sin límite, Silva Nieto afinó un estilo de evadir cualquier cuestionamiento sobre los temas torales. Con una sonrisa de oreja a oreja, parsimonioso o a veces con un inocultable fastidio, hábil se salía  por la tangente. “Es un tema del que ya hablé demasiado y no volveré a tocar. No insistan por favor.†Y nadie lo hizo cambiar.

La fortuna del controvertido Fernando Silva Nieto puede cambiar, según sus propias versiones. Ya adelantó que existe un complot para afectarlo, cuando terminen sus gestiones. Lo cierto es que apenas empieza a vivir el costo del desprestigio, que renuente, se niega a pagar.

El libro Fernando Silva Nieto o el sexenio perdido, es la suma de artilugios que airoso, sin trabas, sin conflictos de conciencia, desplegó el cínico ejecutivo en beneficio propio, a costa de la comunidad. Si para Gonzalo Andrade, Silva Nieto es el más deshonesto de todos los gobernadores que han tenido San Luis Potosí hasta la fecha, el castigo debe ser también una regla de excepción.