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Un pueblo de agachones

En Europa el adoquín es carísimo. Es muy preciado. El alcalde Enrique Galindo debió defender el saqueo de la cantera que se registró en el barrio de San Miguelito, ya que son propiedad del ayuntamiento.

Pero lo dejó pasar. Recordemos cuando el ex edil Ricardo Gallardo Juárez, padre del gobernador Ricardo Gallardo, se robó el adoquín de toda la calle 16 de Septiembre y el que había en la Calzada de Guadalupe, además de bancas y mobiliario histórico.

No cabe duda que somos un pueblo de agachones. Los saqueadores existen porque somos dejados. Una verdadera lástima lo que ocurre. Si lo mismo sucediera en San Miguel de Allende, sería un escándalo internacional. El adoquín es lo que hace, sea un lugar majestuoso.

En San Luis, los rateros salidos de una alcantarilla, hacen y deshacen y todo mundo tiembla de miedo. Nos deberían provocar verdadera indignación. Lo menos que se merecen los sinvergüenzas, en otro universo donde le circulara sangre por las venas a los potosinos, es que los desollaran.

Los derechos culturales deben ser una variable de los derechos humanos, la conservación del patrimonio y el derecho a la identidad. Es lo que hacen cuando hurtan los adoquines. Quizá la próxima ratería del gobernador Ricardo Gallardo sea desmontar la cantera del Templo del Carmen y llevarse la Caja del Agua. Tal como lo hizo con las estatuas de cobre de la Alameda.

Su padre cargó con todo el adoquín que comenzaba desde la calle Pedro Montoya, hasta avenida de la Paz. Es decir, desde el Mercado República a las puertas del Templo de Santiago Apóstol. La acera no necesitaba arreglos. Fue donde pasé mi infancia.

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Se le hace bolas el engrudo a Gallardo Cardona en las obras de San Miguelito, donde dejó un chiquero

Al gobernador Ricardo Gallardo Cardona se le hizo bolas el engrudo. Acostumbrado a imponerse a través de la prepotencia, jamás consultar a la ciudadanía y carecer del mínimo trazo de las obras sin licitar que ejecuta con el criterio absoluto de obtener ganancias exponenciales, al confrontarse con los habitantes del barrio de San Miguelito lo pusieron contra la pared. Jamás han dicho que rechazan, rehabiliten el histórico vecindario, sólo que lo haga conforme a lineamientos técnicos, que respeten el entorno de una zona protegida por la Unesco. Sin el mínimo consenso, altanero, dijo que iba a invertir de 75 a 100 millones de pesos en arreglar tan sólo unas cuantas calles, sin cambiar el drenaje y las añejas tuberías de agua, por donde se tira casi la mitad del líquido que consumen los potosinos.

Hasta que los parroquianos detuvieron las pesadas máquinas, que sacaban sin reposo, cientos de adoquines, entendió que estaba ante un fenómeno inédito: puede perder la investidura de falso alcalde de la capital si la aguerrida conducta de los pobladores del icónico sitio, la replican otros valientes ciudadanos en diferentes lugares donde se mete de manera arbitraria. A través de esquiroles y oficiosos que tiene en la nómina, que carga a todos lados para que aplaudan sus desmesuradas ocurrencias, hasta la fecha, Gallardo no ha mostrado ni siquiera un rupestre plano, elaborado a mano, de lo que pretende hacer en el céntrico espacio. Para subsanar la falta de drenaje, ordenó colocar un tubo de 4 pulgadas, de plástico, cuando le exigieron usar material de mayor calidad, de al menos un metro de diámetro. Un juez federal le dio la razón a los quejosos.

Mientras se daban las negociaciones, de espalda a los afectados, Gallardo ordenó a su ariete político, Jesús Rafael Aguilar Fuentes, alias “El Chiquilín”, regalar los adoquines a los testaferros que ensalzan sus abusos. Entonces se pintó de víctima. Amenazó que las obras se las llevará a otro lado. Y quizás en 50 años, alguien se volverá a acordar de los habitantes de San Miguelito, al que exalta en la melodía que usa, previo a sus actos circenses, Acuarela Potosina, donde se rinde pleitesía al legendario sitio.

El secretario de gobierno, José Guadalupe Torres Sánchez, adelantó que el problema se podría llevar más de un año, mientras se resuelve el entuerto jurídico.

Algunas personas de San Sebastián, que se sumaron a la revuelta cívica, ya se preparan para impedir que Gallardo cometa más atropellos. Temeroso de provocar el enojo de su principal detractor, el alcalde Enrique Galindo está obligado a recomponer el batidero que le dejó su ominoso vecino.

Como primera autoridad constitucional, hacer lo elemental: sentarse a escuchar a los ciudadanos y hacer lo que le manden. Tan sencillo y complicado, como lo permita la soberbia.

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Las obras que hacen en San Miguelito, son ilegales, por atentar contra el patrimonio histórico, dice Saúl Alcántara

El presidente del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, Saúl Alcántara Onofre, solicitó al gobernador Ricardo Gallardo Cardona, no destruya con maquinaria pesada, 25 mil metros cuadrados de adoquines de la mitad del siglo 19, que se ubican en una zona patrimonial histórica y cultural protegida de San Miguelito.

Expuso que la cantera original, mitiga la isla de calor, es semi permeable, armónica con el medio ambiente, se ajusta al paisaje cultural construido. Es una técnica natural sustentable, propia de la naturaleza. Sustituirla por concreto estampado, es un grave error, ya que es una de las técnicas más contaminantes del medio ambiente. Aporta emisiones de gases, con efecto invernadero y su impacto en las fuentes de agua. Al impermeabilizar los suelos, aumentan el calor, por el uso de productos químicos, como los desmontadores y selladores, que dañan al ser humano y la naturaleza.

Precisó que el uso indiscriminado del concreto estampado, obedece a un estilo obsoleto y caduco, lo que puede generar islas de calor urbanas diferenciales en verano e invierno, afectarán la calidad de vida de los habitantes. La carta también la firma el representante estatal de Icomos en San Luis, Ramón Moreno Carlos. Le piden a Gallardo detener las destrucciones y permitir evaluar las afectaciones a los órganos profesionales autorizados. Y en su caso, perseguir a los responsables de afectar el bagaje cultural del país.

Solicitan respalde las acciones de vigilancia del Instituto Nacional de Antropología e Historia, para que suspenda los trabajos de manera urgente, ya que no le ha otorgado el permiso correspondiente. Tampoco tienen el de patrimonio mundial. “A todas luces, se trata de una obra ilegal”, que busca destruir la cantera histórica de 5 de mayo, Pedro Vallejo, Independencia, Xicoténcatl y León García, “que se ubican en los perímetros de conservación y salvaguarda del patrimonio urbano, arquitectónico, artístico de San Luis, su centro histórico y barrios antiguos”.

El documento está dirigido a Gallardo, el alcalde de la capital, Enrique Galindo y el delegado del INAH, Hugo Cotonieto. Les advierten que San Miguelito está inmerso en zona de monumentos históricos, protegidos por la ley federal de sitios arqueológicos, artísticos e históricos. “San Luis Potosí es un emblemático lugar del patrimonio mundial declarado por la Unesco, como parte del Camino Real de Tierra Adentro, en la categoría de itinerario cultural, en los que se unen los más altos valores de la identidad del pueblo de México, que la hacen una de las ciudades más visitadas del país”.

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La encrucijada de Gallardo Cardona en San Miguelito

Acostumbrado a imponerse con prepotencia, sin el mínimo respeto a los ciudadanos, menos a informarlos de las obras que se le ocurren para sacar pingues ganancias en el menor tiempo posible, el gobernador Ricardo Gallardo Cardona nunca imaginó que varias decenas de aguerridos parroquianos del tradicional barrio de San Miguelito, le pusieran un alto a su conducta altanera. Lo que se puede convertir en su caída como pseudo alcalde de la capital y mega edil de la entidad, donde arbitrario, le quitó el manejo del presupuesto a los munícipes, para hacerles bulevares, parques y falsos puentes colgantes que nadie le solicitó. Los ejecuta sin el mínimo sustento técnico, jurídico y con sobreprecios de espanto.

En la capital, ya se sabe que lo empuja la envidia, el coraje de no poder doblegar al rebelde Enrique Galindo, quien se ha negado a cambiar al Partido Verde Ecologista y entregarle el manejo de la hacienda pública, que oscila en los 3 mil millones de pesos. Tampoco ha sometido a los renuentes ediles de Matehuala, Iván Estrada, al de Mexquitic, José Hilario Leal Quistián, al que ha amenazado en público, en las reuniones de seguridad. No ha podido vencer al microscópico presidente de Villa de Zaragoza, Emanuel Díaz Loredo, que ganó con las siglas del extinto Redes Sociales Progresistas, aunque puede dar el bandazo al Movimiento Ciudadano, después de varias pláticas con el dirigente estatal, Marco Antonio Gama.

Sin aspavientos, pancartas agresivas o multitudes agraviadas, los habitantes del histórico vecindario pararon las gigantescas retroexcavadoras que envió el tiránico mandatario para cobrar lo antes posible, 75 millones de pesos, sin licitar ni mostrar una hoja de papel con el mínimo trazo instructivo. Lograron lo inimaginable a partir de una premisa elemental: que Gallardo no destruya las calles ancestrales, cuyo sustrato son vetustos adoquines, que debe pulir y volver a usar, para no alterar el entorno geográfico. Subyace la imagen colectiva del padre, Ricardo Gallardo Juárez, que en su etapa de alcalde de la capital, se robó los adoquines de algunas avenidas históricas, que usó después para adornar la amplia entrada a su rancho “El Siete”, contiguo a la facultad de agronomía de la universidad autónoma.

Embozado, oportunista, atrás de Galindo, Gallardo Cardona recibió el primer gran revés cuando quiso convertir a la avenida Himno Nacional en una arteria semejante a cualquiera de Nueva York. Pero, ecocida, necesitaba talar casi mil árboles para concretar la abusiva encomienda. Provocó que vecinos y organizaciones ecológicas, se manifestaran con gran enojo para vetarlo. Además de promover un amparo, que rápido les concedió la justicia federal. Para vengar la humillante afrenta, injerencista, se tardó más de un año en terminar apenas 5 kilómetros de concreto, lo que provocó el cierre de varias decenas de negocios. Creó incesantes y molestos conflictos viales para desacreditar a Galindo, que entonces guardó temeroso silencio.

Atrapado en la encrucijada de informar contra su voluntad lo que pretende hacer en San Miguelito, Gallardo tiene tres opciones. Sujetarse a lo que le ordenan los quejosos, no hacer nada y perder su negocio de 75 millones de pesos o atrabancado, ejecutar las obras sin escuchar a nadie, como está acostumbrado. Lo que provocó, le detuvieran por segunda vez las maquinarias. Y si insiste en colarse por la fuerza, provocará su caída anunciada, antes de tiempo.