En los desaparecidos de Toranzo, prevalece la negligencia y encubrimiento
28 agosto, 201910:37 pmAutor: Oralia Guzmán MendozaCapital Destacada Noticias
Son varios los implicados en la ausencia de Moisés Gámez a 10 años de no ser encontrado
El próximo 9 de octubre se cumplen 10 años de haber desaparecido el joven Moisés Gámez Almanza. Tenía 23 cuando se le perdió la pista después de asistir a una fiesta celebrada en la colonia Ricardo Basilio Anaya, invitado por su amiga Yerami Medina Rodríguez, cuyo hermano, Luis Francisco Medina Rodríguez, alias El Choco, también se extravió, además de Marco Antonio Coronado y Julio César Coronado Noriega. La madre de Gámez, Carmen Almanza, relata que los cuatro muchachos estuvieron por la tarde en su casa ubicada cerca de la alameda Juan Sarabia. Grabaron el programa El Depa, que transmitían en internet, semejante al Calabozo que hicieron Jorge Van Ranking, “El Burro” y Esteban Arce, de carácter irreverente. Lo produjeron en un cuarto que les acondicionó en la segunda planta. Después vieron el juego del seleccionado mexicano. Más tarde partieron a la velada, de la que nunca regresaron.
Gámez laboró por su cuenta. Estudió inglés, trabajó en Sigma Alimentos donde fungió como animador. Los últimos tres meses se vincularon a la campaña del entonces candidato del PRI a la gubernatura, Fernando Toranzo Fernández. Los invitó su conocido Gerardo Aldaco, el único que logró colarse a la nómina como director del Instituto Potosino de la Juventud. Luego brincó a regidor en el trienio de Mario García. Compitió por la curul local en el quinto distrito, pero fue derrotado. Con el mandatario Juan Manuel Carreras se desempeña como coordinador estatal para el fortalecimiento institucional de los municipios. El cuarteto promovió el voto, instalaban el sonido, hacían comerciales, introducían la arenga de los mítines. Cuando el cirujano repartió los cargos y los dejó fuera, decidieron hacer la cápsula humorística.
Después de las once de la noche, la señora Almanza se comunicó con el hijo. Lo conminó a regresar. Le contestó que iba de salida, pero antes dejaría a Medina. Insiste a la una de la mañana. Le responde que va en camino. No llegó. Le llamó varias veces pero ya no contestó. Apenas amaneció lo buscaron en los separos de la policía, hospitales, Cruz Roja y Servicio Médico Forense. Acudió a la procuraduría de justicia a interponer la denuncia. Le dijeron que esperara, ya que los muchachos se van con las novias. Hasta las 72 horas iniciaron las pesquisas. Se entrevistó con el procurador Cándido Ochoa. Junto con su otro hijo, Guillermo Gámez, buscaron a Aldaco. Al analizar la sábana de las llamadas, supieron que Moisés Gámez lo buscó en la madrigada, pero no le hizo caso. Cuando lo encontraron, dijo desconocer el paradero de los ausentes. El señor Guillermo Gámez, padre de Moisés Gámez, una vez que estuvo a solas con el funcionario, le comentó que se olvidara de los muchachos, que jamás iban a regresar.
Cuando los afectados lo buscan en bola, acompañados de litigantes, en sus oficinas del parque Tangamanga uno, negó lo dicho. Aunque lo habían ayudado a ganar, Toranzo se hizo el desentendido. Tenía todo para investigar. Incluso trató de deslindarse al sostener que no los conocía. La única que los recibió fue la presidenta estatal del DIF, María Luisa Ramos Segura. Se comprometió a indagar y decirles lo que supiera. Los citó a los 3 días, pero se ocultó. “Le dije que si mi hijo hizo algo malo para que se lo llevaran, nos informara. Pero no se justificó la forma en que actuaron. No se puede privar de la vida a nadie. El que lo hace, no tiene escrúpulos ni corazón. No es justo lo que hicieron. Son muchos los desaparecidos”.
Almanza destacó que en el caso de su hijo y amigos, hubo varias autoridades involucradas. “El segundo día que acudí al edificio de seguridad pública, empezaron las llamadas de extorsión. El encargado de asuntos relevantes de la procuraduría, Antonio Varela, se dio cuenta. Cuando entré a su oficina, sonó el teléfono. Me dijo, mejor váyase a su casa, aquí peligra. Se supone que estaba con los que nos iban a cuidar. También resultó raro, habernos separado a todos los familiares. A mí me llevaron a seguridad pública. A mi esposo al C4. A mi hijo a una gasolinera. Fue para dividirnos. Cuando Varela me corre, lloro, crucé sola la alameda. Me enviaron al matadero. Como siguen las extorsiones, designan para continuar las investigaciones al agente Andrés Velázquez. Según sus consejos, nos recomendó entregar el dinero, ya que se trataba de la vida de mi hijo. Nos sugirió decirle a los delincuentes, que le llamaran después, mientras nos decía cómo actuar”.
“El sujeto que habló exigía 500 mil pesos. Entendí que 500, le dije que sí los tenía de manera estúpida. Al parecer estaba a su lado Moisés, que me pidió conseguir la cantidad o lo mataban. Pudo ser, supo que no teníamos el dinero. Nos preguntaban en qué vehículo iríamos. Les contestamos que en una camioneta. Se escuchó que cuestionaba a Moisés para corroborar el dato. Le aclaro que la unidad no era de nosotros. Era del suegro de mi hijo Guillermo. El policía Velázquez no quiso acompañarnos, porque ponía en riesgo a los secuestrados. Su conducta le pudo servir para obtener una lana aparte. Al final la cifra que entregamos quedó en 100 mil pesos. Nos citaron en la gasolinera donde se encuentra un avión, en la carretera 57, a las 3 de la tarde. Llegamos 15 ó 20 minutos antes. De pronto se nos emparejó una camioneta, de tal modo que no saliera mi hijo. Le ordenaron subir las manos. A mí, que me bajara. Lo hago para darles el dinero. Metí la cabeza al otro vehículo, para ver si estaba Moisés. El sicario cortó cartucho”.
“Me preguntó cuánto era. Todavía con coraje, le respondí, pues cuánto pediste. Informó que nos llamarían para decirnos dónde estaba Moisés. Jamás lo hicieron. Corrimos mucho peligro. Después de entregar el efectivo, subimos el puente que lleva al aeropuerto. Los sujetos nos siguieron, brincaron el camellón. Tal vez imaginaron que los habíamos vistos y trataron de matarnos. Mi hijo le subió la velocidad al vehículo y esquivó las unidades que iban al frente y los lados. Terminamos en Soledad. La camioneta se desvieló. Traté de comunicarme después a los teléfonos que nos dieron, pero nunca contestaron. Supimos que eran de Pánuco, Veracruz. Al lado de Almanza se encuentra su hijo Guillermo Gámez. Comenta que su hermano tenía un amigo, Mario López Zambrano, que se desempeñó como policía estatal.
“Le hablé al día siguiente de las desapariciones. Me dijo que iba a checar, mientras, yo los buscara en los hospitales. Y que en la tarde iría a la casa, ya que se le hacía difícil hablar del sitio donde se encontraba. Pero tampoco llegó. Es otro desaparecido. Se movía en un carrito negro, quedó en el edificio de seguridad. Su asunto también lo quisieron tapar. Dijeron que no lo conocían. Usaba una motocicleta pesada. Fue el primero que nos quiso ayudar. Ahora que conocemos el expediente, lo mencionan. En el caso de mi hermano, hubo muchas situaciones anómalas que trataron de ocultar. No hicieron caso porque no eran gentes públicas o consideran que no vale la pena mencionar. Mi mamá se ha encargado que en 10 años, no se olvide el tema. Se aprovecharon de las extorsiones. Nos pasaron a torcer con el rescate. Pero una vida humana no tiene precio”.
“Sabemos que un cuerpo lo pueden desaparecer en corto tiempo. Antes decían que a las 72 horas se puede reportar a alguien. Nadie está preparado para enfrentar una circunstancia como la nuestra. Nos pusimos de a pechito cuándo caímos al edificio de seguridad pública, donde empezaron las llamadas de extorsiones a mi mamá, para exigir un rescate. Es un caso muy extraño. Las autoridades no ayudaron”. La madre interviene. “Nos trataron como delincuentes. Nos pasaron por el estacionamiento. Nos dijeron que nuestras vidas peligraban. No sabíamos que nos revictimizaron. Se burlaron porque no indagaron nada. Cuando declaré que al entregar el dinero me sacaron un cuerno de chivo, la secretaria me preguntó si sabía de armas. Les dije que no. Lo había visto en la televisión. Le reclamamos a los ministeriales, nos enviaran solos. Dijeron que era la mejor salida”.
“El expediente de mi hijo consta de 10 tomos. La mayoría es basura. Lo único relevante son las declaraciones de los allegados a la familia. Se integró en los últimos dos años. Al actual director de la policía ministerial, José Guadalupe Castillo Celestino, lo encontramos a los tres años. Nos citó en su oficina a platicar. Se comprometió a investigar, pero no actuó. Otro ejemplo de las nulas acciones es que mi hijo era amigo de Iván Martínez, con el que se encontrarían después de salir de la fiesta, ya que les iba a vender una botella de vino. Aunque le dimos su domicilio a la policía, se tardaron varios años en llamarlo a declarar. Trabajó en la zona industrial, vendía alcohol y quizás andaba en otras movidas. Muy pronto se hizo de casas y carros. Declaró que Moisés y sus amigos le llamaron. Quedaron de verse en la calle Ricardo Basilio Anaya y luego en José de Gálvez. Al parecer no llegó. Acudió al ministerio público hasta el tercer citatorio. Pareciera que lo protegen. A los que somos víctimas, nos dan largas”.
“También fuimos al C4 cuando el secretario de seguridad era Enrique Galindo Ceballos. Supimos que hay cámaras en Gálvez, cruce de Sendero con la carretera 57, por el estadio de fútbol Alfonso Lastras, donde anduvo mi hijo, pero se negaron a mostrarlas. Supimos que Iván Martínez estaba fichado. Cuando ocurrió la extorsión, hicimos un retrato hablado de la persona que recibió el dinero. El dibujante se portó amable. Se acercó otra persona, mira la estampa y dice que el individuo trabaja en el edificio de seguridad. Me arrebatan la copia, dicen que no la puedo tener. La hicieron al año de los hechos. Mucho después la incorporan al expediente, del que nunca nos dieron una copia. Varela nos dejó en ocasiones ojearlo. Hasta hace poco nos permitieron revisarlo. Otro amigo paramédico quiso indagar. Le dijeron que no se metiera o le iría mal. Si mi hijo se juntó con gente equivocada o cometió algún deliro, que pagara. Pero nadie se puede hacer justicia por su mano. Hay gente sin corazón que se ensaña. Después de matarlos los hacen pedazos. Los meten a un bote con diesel y químicos para desaparecerlos”.
“Lo digo porque lo he visto en las búsquedas que he participado en los últimos años. La tierra sigue húmeda por el combustible. Es un olor insoportable, horrible. Busco a mi hijo porque soy de las personas que no se sientan a mirar lo que pasa. A los muchachos parece que se los tragó la tierra. Marco Antonio Coronado iba en un Mazda y Moisés en un Atos, que tampoco hallamos. En el largo tramo me uní al colectivo de derechos humanos Samuel Ruiz, donde me acompañaron. Participé en marchas. Mi caso lo supo el poeta Xavier Sicilia en la caminata por la dignidad que cruzó San Luis. Ahora integro el organismo Voz y Dignidad que preside la señora Edith Pérez. He participado en varias búsquedas en el aspecto de la no vida. He recolectado huesos en Huichihuayán, Valles y Rioverde. En los dos últimos años se creó la fiscalía especial, que nos hace más caso. Conservo la esperanza que mi hijo vuelva a pie. Tampoco me cierro a otro escenario”.
Almanza acudió a excavaciones en el poblado de Matanzas, en Moctezuma. Es la primera diligencia en la carpeta que se abrió sobre los ausentes. Se presume que por tales rumbos, “picó” el celular de su hijo. Confía encontrar algo positivo, ya que siempre hay cenizas, donde resulta imposible rescatar el adn. Junta todo lo posible. Es la segunda búsqueda, donde existe trabajo para un mes. Hay un pozo y venero que se analizó. Existen muchos indicios, como pedazos de cráneo y dientes que encontraron en 7 días. Se les sumó el secretario de gobierno, Alejandro Leal y otros funcionarios. Precisa que los resultados son a largo plazo, de 6 a 12 meses. Participan arqueólogos, peritos y los familiares de las víctimas. Los cuidan la Guardia Nacional y la Marina. En junio lograron que los “desaparecidos de Toranzo”, lo abordara la Fiscalía General de la República. Lo considera una ventaja ante los nulos avances. No obstante sus visitas diarias a la fiscalía local, donde todos la conocen, sin ninguna consecuencia, ya que no investigan. Exaltó el desempeño de la titular de la instancia que se creó exprofeso, Luz María Montes Mariano, que las acompaña. También las respalda la Comisión Estatal de Atención a Víctimas y el comisionado de búsquedas, Jesús Juárez. Los apoyan con viáticos y hospedajes.
Almanza destacó que resulta imposible andar atrás de los hijos cuando tienen más de 20 años. Quieren libertad, divertirse. “Moisés no faltaba a dormir. Siempre contestaba el teléfono. Se juntaba en la casa con los amigos, a los que les gustaba jugar Xbox. Hay que hablarles por si se desvían. Le guardaba mucha confianza a su hermano mayor, que siempre lo cuidó, ya que nosotros trabajábamos. Le ayudaba con el carro si le faltaba algo. También hay que ponerle límites. Ahora, las muchachas ya no regresan al hogar. Salen a las 12 a bailar. Hay que estar en constante diálogo. Saber dónde andan. Moisés siempre dijo que venía en camino. Hemos platicado que si encuentro los restos de mi hijo, me retiro. Quiero gozar a Guillermo y mis nietos. Estamos grandes, necesitamos paz y descanso. Y lo mucho o poco que nos quede de vida, estar juntos. He apoyado búsquedas en otras partes de la república. Hay que dar paz a otras personas. En el colectivo nos ayudamos entre sí”.
Guillermo Gámez establece que el último día que miró a su hermano, le ayudó a afinar su vehículo. “Andaba desanimado, ya que le echó todos los kilos a la campaña de Toranzo, que no cumplió con el trabajo prometido. A lo mejor no podían ocupar a los cuatro, pero sí a uno, lo que no ocurrió. Mi hermano conocía a Aldaco antes de que se convirtiera en funcionario. Lo logró gracias al esfuerzo de los demás. Cuando se dan las desapariciones, se hizo el desentendido. Estaban en la edad donde se quieren comer el mundo. Todos sabemos que en las campañas políticas, unos trabajan y otros se benefician. Moisés era un gran animador, tenía carisma y se aprovecharon de su figura. Después de 10 años, mi madre anda con una pala y pinzas de las cejas en la búsqueda de huesitos. Es chamba de las autoridades, que reciben salarios jugosos. En junio fue a Matanzas, una comunidad muy alejada. No la puedo acompañar porque trabajo y tengo mi familia. Hace poco le dije que no pidió vivir un martirio. Tampoco le puedo exigir que lo deje. Pero se acaba en lo físico. Hay otras familias que tienen más tiempo que nosotros y se les va la vida. No es justo. Es un desgaste tremendo juntar pedacitos y aspirar los gases que destapan. Luego se enferman. A mi madre le duele una pierna. Tiene que sedarse para caminar. Mi papá va por la misma ruta. Los que somos padres sabemos lo que es preocuparse por los hijos. Mi mamá todavía espera a mi hermano hasta la madrugada. Casi no duerme. Siempre se paraba en el balconcito hasta que llegaba y metía el carro. Lo hace en los últimos años. Lo buscará hasta que llegue y le toque la puerta. Tampoco se cierra a otro desenlace. Me preocupa que se acaben. Más grave es esperar a las autoridades que no actúan”.
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