En el 2021 se habrán de confrontar Sánchez Unzueta con López Obrador
20 enero, 202010:09 pmAutor: La NoticiaCapital Destacada Noticias
El aparente exabrupto del tribuno Leonel Serrato Sánchez, de exaltar al dueto integrado por Ricardo Gallardo Juárez y Ricardo Gallardo Cardona a través de la figura del alcalde títere de Soledad, Gilberto Hernández Villafuerte, podría tener como sustrato, una jugada de fondo, de largo alcance, del maximato local, Horacio Sánchez Unzueta, inscrita en el juego sucesorio por la gubernatura en el 2021. El brusco viraje del notario 32 empuja como objetivo inicial, apaciguar, regresar al carril de la obediencia a los cismáticos que rechazaron el yugo del jefe político de la entidad, para pactar con bandas criminales que han llenado de violencia y sangre las calles de San Luis. Serrato cumplirá funciones de mensajero y pedagogo con sus interlocutores, reacios a acatar órdenes, ya que se imaginan omnipotentes. Pero su altanería le costó un año en las mazmorras de Hermosillo, Sonora, a Gallardo Cardona, acusado de lavado de dinero y tener nexos con el crimen organizado.
El padre mordió el polvo en su intentona reeleccionista como alcalde de la capital, ante el panista Francisco Xavier Nava Palacios, sobrino de Sánchez Unzueta. Y si oponen resistencia, Gallardo Juárez puede caer preso, ya que pesan en su contra, denuncias por latrocinios que superan los 2 mil millones de pesos y perder el control del ayuntamiento de Soledad, que ha manejado como su hacienda personal en los últimos 12 años. Serrato tiene la encomienda de hacerles entender la clara filosofía del hombre que toma las decisiones fundamentales en la entidad: San Luis es para los potosinos. Con tal premisa, Sánchez logró evitar la mínima injerencia de los ex presidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña, a los que espantó con el petate de la ingobernabilidad. Si querían un sitio pacífico, había que controlar al navismo, el único movimiento capaz de socavar o derribar gobernadores, como pasó con el cacique magisterial, Carlos Jonguitud y luego con el malogrado Florencio Salazar Martínez.
Con tal maniobra, garantizó sucesiones de terciopelo. Ya no habría los dolorosos y aciagos interinatos o mandos provisionales donde fueron sacrificados Florencio Salazar, Leopoldino Ortiz Santos, Fausto Zapata, Teófilo Torres Corzo y Gonzalo Toribio Martínez Corbalá. Después de su aciago cuatrienio, el poder tras el trono garantizó relevos apacibles con sus alfiles Fernando Silva Nieto, Marcelo de los Santos Fraga, Fernando Toranzo Fernández y Juan Manuel Carreras López. Para tener un cierre sin parangones, busca cerrar el círculo con Xavier Nava en los próximos comicios. El papel de Serrato será que los Gallardo entiendan el contundente mensaje: la única pelea trascendente es la que Sánchez Unzueta tendrá con el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, que también le entiende a los intríngulis de la verdadera política. Y si pierde, el futuro de la entidad será incierto. El mejor argumento para convencerlos es que son indispensables. Gracias al aporte que hicieron, superior a los 100 mil votos, el PRI mantuvo la gubernatura. Pero en su momento fueron premiados con los ayuntamientos de Soledad y la capital. La factura, en teoría, está cubierta.
Pero Sánchez Unzueta ha dejado incontables heridos en el camino. Acumuló una montaña de agravios. No cumplió el acuerdo de entregarle la estafeta al otrora jefe del llamado Grupo Universidad, Juan Ramiro Robledo, con el que mantiene un soterrado pleito a muerte. Para sentar las bases de su cacicazgo que se acerca a los 30 años, optó dejar como sucesor al obediente Silva Nieto. Luego entabló una feroz batalla para correr del PRI a Robledo y su grupo que emigró al PRD para buscar la gubernatura. En el trayecto, traba amistad con el entonces candidato presidencial, López Obrador, con el que mantiene un trato cercano el presidente estatal de justicia administrativa, que en febrero del año en curso, asumió la dirigencia nacional del gremio. Uno de los más fieles seguidores de Robledo, el ex diputado local, Fabián Espinosa Díaz de León, por más de 20 años, se dedicó a cazar a Sánchez Unzueta. En cualquier asamblea o lugar público, lo agredió de manera soez. Peleador callejero, lo retó a golpes frente a su séquito. Para protegerse del inminente ataque, sentado en la silla, el ex mandatario se cubría la cabeza con los antebrazos erguidos.
Previo a que Sánchez Unzueta dejara el cargo, como diputado local, Espinosa buscó cualquier pretexto para fastidiarlo. Solicitó al comité nacional del PRI expulsarlo por incurrir en corruptelas. Encontró apoyo en el ex senador panista, Francisco Xavier Salazar Sáenz, para solicitar al presidente Zedillo y al procurador de la república, Jorge Madrazo, investigar a fondo al que responsabilizó, darle al traste a una generación de jóvenes políticos, que buscaron la alternancia del poder por la vía pacífica. El legislador guardó las pruebas lapidarias en un sobre lacrado que entregó al notario uno, Eduardo Martínez Benavente, que también mantiene una guerra sin tregua con Sánchez Unzueta, por lo que se alió con Robledo. Juntos fueron diputados locales. Cuando se abrió el documento, Salazar casi se va de bruces. Espinosa lo exhibió al solicitarle a Sánchez, 7 mil pesos para solventar un viaje del sector juvenil del PAN a Puebla a través de la línea de transporte Vencedor. Otra denuncia aludió a la secretaria particular del maximato, María Concepción Rodríguez Gómez, que solicitó al oficial mayor, Juan Carlos Machinena, entregar al doctor Jorge Carrillo Calvillo, mil dólares para continuar sus estudios en España. El becario era hijo del ex director de pensiones, Jorge Odilón Carrillo, cuñado de Concepción Calvillo Alonso, suegra del ejecutivo.
Antes seguidor de Robledo Ruiz, el jefe de la bancada del PRI, Juan José Rodríguez Medina, pragmático a ultranza, se pasó al bando de Sánchez Unzueta. Nunca pudo controlar al belicoso Fabián Espinosa, que en la toma de protesta de Silva Nieto al asumir el mando, en el acto protocolario que encabezó el dirigente nacional del PRI, Humberto Roque Villanueva, el legislador instó a sus correligionarios a rebelarse. Arremetió contra los navistas incrustados en la nómina. Lamentó ganar las elecciones pero extraviar el gabinete. Aludió al ideólogo Jesús Reyes Heroles al sostener, “revolución que transa, pierde. No es válido utilizar al PRI y la nobleza de sus militantes para alcanzar el poder y luego abandonarlos”. Previsor de los cambios nacionales, Sánchez Unzueta ubicó después a Silva Nieto como candidato del PRD al senado de la república. Espinosa no le dio tregua. Se apuntó por la misma curul. El asunto se empantanó. Concluyó en los tribunales. Ninguno tuvo tiempo de hacer campaña. Después de los comicios, el dictamen del Tribunal Federal Electoral favoreció a Espinosa. El secretario de gobierno, Alejandro Leal Tobías se propuso como intermediario para acabar con casi tres décadas de enconos radicales. Juntó a Sánchez Unzueta y Fabián Espinosa que pactaron una tregua efímera al darse la mano.
Una estrepitosa caída
Leonel Serrato Sánchez alcanzó el cenit en la última campaña por la gubernatura del matador de dragones, Salvador Nava Martínez. Cautivó y embrujó a las masas con su oratoria ácida y demoledora. Hizo equipo con el financiador y estratega Eduardo Martínez Benavente, que lo apadrinó cuando egresó de la carrera de leyes. Acostumbrado a improvisar, a veces sin medir las consecuencias, exaltó la figura de su mecenas. Le dijo que era el padre que nunca tuvo, aunque estaba presente su progenitor biológico, que esbozó algunas lágrimas, dijeron varios testigos. El fedatario le enseñó los entretelones del trabajo notarial, pero el ávido alumno rápido le dio la espalda. Cayó seducido por el encantador de serpientes, Sánchez Unzueta, que lo hizo consejero del gabinete. Al final del cuatrienio, lo convirtió en notario, como su ex patrocinador, para ubicarlos en el plano de la competencia profesional. Luego lo metió como asesor jurídico de Fernando Toranzo, que jamás toleró su conducta irónica y aires de grandeza. Se lo quitó de encima cuando lo mandó ayudar al entonces procurador de justicia, Cándido Ochoa, que jamás lo aceptó. En el corto tiempo que lo acompañó, se dio cuenta de las enormes corruptelas que cometió su efímero jefe, que jamás denunció. Toranzo lo regresó como asistente del hosco e indomable secretario de gobierno, José Guadalupe Durón Santillán, al que trató de domesticar con un halo paternalista. No midió preciso su campo de fuerza y rápido se confrontó. Cansado de ir y venir, de no recibir paga alguna, de cubrir la renta de la oficina con dinero propio, cabizbajo y humillado, se retiró de la burocracia.
Se desquitó de las afrentas como agresivo columnista del diario Pulso. Pero al poco tiempo se retiró, sugirió que sicarios, ligados a los Gallardo, lo amenazaron de muerte. En su paso como servidor público, se confrontó con la vocera del ex gobernador panista, Marcelo de los Santos, la ex reportera del Heraldo y ahora dueña del portal electrónico, Código San Luis, María Luisa Paulín. Cuando Serrato era la sombra de Cándido Ochoa en la procuraduría, tuvo acceso al expediente criminal de su detractora, a la que Toranzo encerró un año en las celdas de La Pila, acusada de un peculado que superó los 30 millones de pesos. El fedatario en receso, corroboró que el daño al erario pudo alcanzar los 100 millones, por lo que la ex convicta debería estar todavía encerrada. En la etapa en que se desempeñó como jefa de prensa, Paulín se confrontó con la clase política local. A la mayoría la atacó soez, sin fundamentos, con la mayor impunidad. Para el trabajo sucio, se apoyó en el propietario del blog El mundo de San Luis, David Rangel Tapia, que publicó las fotos y videos de cuando Serrato cayó en la barandilla de Soledad, reducto de los Gallardo.
Conocedor de sus secretos más íntimos, el fedatario le obsequió una camioneta al violento herrero, Jesús Rafael Aguilar Fuentes, alias El Chiquilín, para que no ventilara su vida privada. Además de alquilarse como ariete político, Aguilar es uno de los principales consejeros, biógrafo y confidente de los ex ediles, por lo que le pagan, junto con su familia, cerca de 100 mil pesos mensuales. En días recientes, le cubrieron una fianza de 70 mil pesos, ya que fue acusado de ataque sexual a una hija y nieto. No lo hicieron por solidarios, también temen que ventile su historial delictivo. El líder de los tianguistas del Rebote, Juan Antonio Rodríguez Chessani, antes patrocinador de Aguilar, ha comentado que al estar borracho o drogado, acusa a los Gallardo de mafiosos y matones. Por órdenes de Sánchez Unzueta y para vengarse de los agravios de Paulín, el notario convirtió en costumbre, pararse en un banquillo afuera de palacio de gobierno, para denostar a Marcelo de los Santos, que resultó incapaz de garantizar la vida, patrimonio y seguridad de los potosinos. El ex comandante de la policía judicial, Julio Alfredo Ceballos Alonso, lo acusó de vender la plaza a diversos cárteles, en varios millones de dólares.
Enemigo de los contrapesos, atento a la coyuntura política nacional, que incide para elaborar sus maniobras transexenales, en el 2012, el maximato le ordenó a Serrato, buscar la alcaldía de la capital por el PRD. Su objetivo era servir de esquirol al abanderado del PRI, Mario García Valdés, al que usó para enterrar en definitiva, al único opositor real que tenía en las filas del PAN, Alejandro Zapata Perogordo, al que antes le hizo morder el polvo cuando se confrontó en la contienda interna con Marcelo de los Santos. Pero Serrato se peleó con la militancia del PRD, que empujó como abanderado a Manuel Nava Calvillo, cuñado de Sánchez. En la misma jugada, sepultaron a la ex edil Victoria Labastadida, que hizo mancuerna para el senado con el boyante empresario, Teófilo Torres Corzo, que sorteó las tarascadas porque antes fue gobernador interino. Toranzo y Sánchez Unzueta emprendieron una feroz y despiadada campaña de desprestigio contra Labastida. Se salvó de pisar la cárcel por haber desviado fondos millonarios a la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. Atrapado en el mismo engranaje de intereses cupulares, Serrato fue designado después representante de la dos veces diputada local, Beatriz Benavente, ante el Consejo Estatal Electoral. La legisladora es una recalcitrante defensora de las corruptelas sin castigo del galeno Toranzo y su ex cónyuge, María Luisa Ramos, dos nuevos multimillonarios de la localidad.
Cuando Salvador Nava emprendió la Marcha por la Dignidad y la Democracia a México, para protestar por el fraude electoral del que fue víctima por su oponente del PRI, Fausto Zapata, entre los cientos de seguidores que lo acompañaron, iba Leonel Serrato. A la caravana se le sumó el disidente tabasqueño, Andrés Manuel López Obrador, al que el fedatario conoce desde entonces. Tal circunstancia le valió para que Sánchez Unzueta doblegara al dirigente estatal de Morena, Sergio Serrano, para que apuntara al notario como candidato a la alcaldía de la capital, con un propósito muy claro y preciso: atacar a fondo al abanderado del PRD, Ricardo Gallardo Juárez, que cargaba una pesada losa de desprestigio por los incontables latrocinios cometidos. Para no restarle votos a su sobrino Xavier Nava, el maximato coló como aspirante testimonial a la directora del DIF estatal, Cecilia González Gordoa. El ex diputado local, Eduardo Martínez Benavente, censuró el flojo desempeño del ácido orador, que jamás se aplicó a fondo para buscar la victoria.
Al iniciar la campaña por la alcaldía, el implacable tribuno dijo que se trataba de un proceso para limpiar de cárteles a San Luis. “Fue para lo que nos apuntamos. Sabemos a qué vamos y contra quién. Es el inicio de un espacio de esperanza. Serán bienvenidos los que quieran ayudar a tirar la basura”. Expuso que una pandilla delincuencial se apoderó de las siglas del PRD, cuya militancia debe recuperar. “Se imaginan que la capital es su retrete o escupidero. Llegaron a los cargos públicos para enriquecerse de manera ofensiva. No será una lucha contra tales delincuentes, que en la mayoría de las veces, explotan las necesidades de la gente de la manera más vil. Existe miedo, temor, porque matan, extorsionan, levantan, atosigan, cercenan las libertades. Tengo que dar un mensaje categórico: ya llegamos. Vamos a poner el pecho, la cara, la fuerza, la entrega. Seremos un valladar, nos opondremos hasta echarlos. Los Gallardo ya se van, no les tengan miedo”. Luego aseveró que el comerciante pollero “es un delincuente que ha traído la violencia a San Luis y encabeza un grupo mafioso”.
Pero en días recientes, Serrato hizo declaraciones que contradicen su credo anti narco, al exaltar la figura del alcalde marioneta de Soledad, Gilberto Hernández Villafuerte, esclavo de los Gallardo. “Recibimos de su parte un completo y decidido apoyo, lo tengo que decir. Y conste que los he criticado mucho, pero trabaja con nosotros hombro con hombro. Se la ha rajado, de manera literal. Ha puesto las instalaciones para la Guardia Nacional de la manera más automática posible. Mientras, otros lloriquean que les dejaron malas administraciones. Fue por lo que el gobernador Juan Manuel Carreras, de inmediato autorizó se hiciera la escuela. Más aún, la Secretaría de la Defensa Nacional y el presidente López Obrador, avalaron en tiempo récord las instalaciones, que serán una obra modelo”. El desliz le provocó una andanada de críticas. El historiador y ex candidato a la alcaldía de la capital por Morena, Joaquín Muñoz, al que el notario criticó por haber sacado apenas 5 mil votos, lo calificó como “un asco. Busca una especie de tregua, cuando antes era un golpeador”.
“Es un paje de Sánchez Unzueta. Una suerte de parásito incómodo. Busca una plataforma para operar. Toda proporción guardada, es como el herrero Rafael Aguilar, El Chiquilín. Igual que el delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Juan Carlos Machinena, que anhela ser gobernador, apenas sirven para dividir el voto de la clase media. Es un tipo es demasiado vanidoso y mitómano”. El internauta Johan Garza lo llamó “simulador, chapulín político y mercenario que vende su oratoria. Es un pusilánime y mentiroso”. Fher Reyna estableció: “ahora sí quedará como la puta de la cacardía”. José Luis Pérez Lozano. “Primero hay que comer y luego hacer política, dice un refrán. El ácido notario ahora es pura miel con quienes le dan de comer. Para transitar en la política se requiere no tener vergüenza, ni para tragar”. Dana Vera. “Ahora aplaude y avienta porras. Cuánta miseria”. Paty Eugenia. “Debió ser muy grande el moche”. Laura Quintana Valladares. “Es un doble cara, desde que fue candidato a la presidencia municipal, despotricó contra todos, como si fuera el mejor. Los potosinos no le tienen confianza”.
Emanuel del Toro. “Eres un ridículo de proporciones épicas, Leonel Serrato. Lo arrastrado e incongruente no se te quita ni volviendo a nacer. ¡No mames! ¿Trabajo conjunto con los Gallardo, que son lo más ruin que San Luis padecido? ¿Y la congruencia apá?. O se rebeló al maximato o su patrón ya negocia la sucesión de 2021. ¿Irá a quedar otra vez todo en familia? Nada de lo que se dice de Serrato es gratis. Las declaraciones o actos públicos en el último año, donde se ha puesto a aplaudir a los Gallardo, sobran. Y si en realidad no habrá alianza, ¿por qué carajos alaba su hacer, después de haber sido de los pocos que los denunció en público? Algunos no lo conocen, pero su actuar y falta de congruencia son extraños”. Moni García Madrigal. “Es un asqueroso sátrapa. Igual a los caciques que dizque crítica”. Fidel Vega. “Serrato es congruente. Siempre ha sido un trepador. El zorro cambia de piel, no de mañas”. Paola Chessani. “Oye mijito, Leonel Serrato Sánchez, tú que regresaste a defender a delincuentes, ve y pide fiado a la tienda, ya que nada te da vergüenza. Lo conozco a la perfección. Fue a las vías a solicitar apoyo. Ahora dice que los pollos son unas grandes personas, que no les tengamos miedo. Llegué a creer que tenía credibilidad y acertado juicio. Le llegaron al precio”. Toño Cerda. “Serrato salió igual de basura que el super delegado Gabino Morales, pinches rastreros”.
Procoypsa. “Hay que solicitar de acuerdo a la ley del notariado, que se le quite el fiat debido a su comportamiento poco ético e inmoral, que es una de las causales para que pierda la concesión. Es un tarugo. No sabe las blasfemias que dice cuando alaba a los Gallardo y su gato Gilberto Hernández. Le dio Alzhaimer, debe retirarse”. Juan Chessani. “Lo traen con la sangre envenenada. Cuánta ingenuidad creer que los Gallardo le van a aceptar tanta adulación. A la primera lo revientan”. Agustín García. “Serrato es una foca aplaudidora. Sólo le falta decir que el ponido es el mejor diputado federal”. En las redes sociales circuló un dibujo del cartonista de Pulso, Alfredo Narváez, “Pingo”, con la figura de Serrato. El texto dice: “Don Ricardo, vengo a solicitar el ministerio de El Chiquilín”. Sobre el tema, el dirigente de los locatarios del mercado República, Arturo Pérez Alonso, festejó que el notario haya desplazado al herrero en sus funciones de “bufón y gato. Te quitó el lugar otro renegado del navismo. Aprendieron muy bien la ética, ideales y convicciones. Aprobaron el examen de simuladores”. Antonio Torres Sustaita. “Es lamentable cómo la gente se arrastra por unos centavos. Pingo, el don es un título de la nobleza y un vocablo abismal al sujeto que alude”.
El brutal vuelco de Serrato también se puede interpretar como una especie de relevo generacional. Entra de emergente a suplir al ex presidente estatal del PRI y ex diputado local, Fernando Pérez Espinosa, “El Calolo”, al que Sánchez Unzueta usó como eficaz comodín para hacerlo perder en situaciones claves para concretar sus emboscadas. Lo utilizó como señuelo en la contienda interna por la alcaldía contra el ex diputado federal del PRI, Juan Ramiro Robledo, donde fue doblegado con facilidad. El objetivo final era que su eterno oponente perdiera ante el panista Marcelo de los Santos. Luego usó al comerciante del ramo electrónico para que mordiera el polvo ante otro panista, el ex senador Octavio Pedroza Gaitán, al que durante un gran tramo, el poder tras el trono consideró como su as bajo la manga. Como lo hizo con sus hermanos, el ex presidente del Supremo Tribunal de Justicia y ex director del Infonavit, Germán Pedroza Gaitán. O como sucede con el actual secretario de finanzas, Daniel Pedroza Gaitán. La última encomienda de Sánchez para Fernando Pérez se dio cuando lo ubicó como candidato a la gubernatura por el PRD. Perdió ante el abanderado del PRI, Juan Manuel Carreras, que ganó con los votos que le cruzaron los Gallardo. La panista Sonia Mendoza se quejó de un fraude de estado.
El halo final de auxilio de Pérez Espinosa a los planes transexenales de Sánchez Unzueta se dio en el registro del candidato del PAN a la alcaldía de la capital, Xavier Nava Palacios, al que calificó como “un contendiente de lujo”. Como nuevo relevo, Serrato se apegó eficaz al libreto. Aunque pudo triunfar si se montaba en la inmensa ola que levantó López Obrador, disciplinado a su verdadero jefe, tuvo un desempeño testimonial, como su oponente del PRI, la directora del DIF estatal, Cecilia González Gordoa. Vilipendiado después de su primer lance suicida para reivindicar a los apóstatas Gallardo, tiene como plazo un año para hacerlos volver al redil. Los necesita el maximato como antes, cuando le sirvieron para derrocar los ominosos cacicazgos de Soledad fraguados en las familias Velázquez, Gaitán, Arreola y el sempiterno dirigente de la CTM, Guadalupe Vega Macías. Leonel Serrato se convirtió en la piedra angular en la que podría ser la última jugada maestra de Sánchez Unzueta: dejarle la gubernatura a su sobrino Xavier Nava Palacios. La estrategia está en su fase preliminar. Ya se empieza a configurar como candidato distractor del PRI, el delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Juan Carlos Machinena Morales, que le aprueba sin mayores trámites, los cambios unilaterales que su jefe realiza como encargado del patronato para remodelar el centro histórico.
La apuesta de Sánchez Unzueta es repetir el esquema electoral del 2018, donde los Gallardo, de nuevo, le aporten otra vez los votos que le hagan falta para imponerse. Pero la estrategia tiene fracturas. Aunque en Morena ya tiene sembrado al senador Primo Dothé, le resulta fácil corromper al delegado de programas integrales, Gabino Morales. Maneja a control remoto al ex candidato a regidor, José Antonio Lorca, sobrino político de Carreras. Se le vendría encima un cataclismo si logra filtrarse su acérrimo enemigo, Juan Ramiro Robledo, que acaricia la venganza desde hace casi 30 años. López Obrador lo aplastaría si manda como virrey al secretario de educación, Esteban Moctezuma. El columnista de Pulso, Juan José Rodríguez Medina, ideólogo de Sánchez Unzueta, estableció que el tabasqueño podría ganarse las simpatías de Carreras, al que ha favorecido con casi mil millones de pesos para infraestructura carretera. Incluso, se sabe que el doctor en derecho, empieza a externar en privado sus simpatías por Moctezuma. Rodríguez ha reclamado que el secretario de gobierno, Alejandro Leal, en lugar de inclinarse por alguien del PRI, hace todo lo posible para favorecer a Robledo, al que le guarda lealtad.
Aunque Moctezuma fuera el ungido, Sánchez Unzueta no quedaría en la orfandad. Uno de los hombres cercanos al funcionario es el antes empresario lechero, Ramón Zamanillo Pérez, quien ubica al maximato como su instructor político. Leonel Serrato en los próximos meses tendrá un amplio despliegue en dos vertientes. Convencer a los Gallardo que no dejen de lado los pesos por los centavos. Si aceptan subordinarse, el diputado federal podría reivindicar al padre y recuperar la alcaldía de la capital. Mantendrían bajo su férula la alcaldía de Soledad. En caso de poner trabas y dejarse llevar por el canto de las sirenas, Gallardo Juárez puede pisar las mazmorras por robos que superan los 2 mil millones de pesos. Si el notario cumple la encomienda, brincaría como diputado federal. Resuelto el escollo de Morena, Sánchez Unzueta moverá sus piezas dentro del PAN, donde tiene decenas de aliados influyentes, como Marcelo de los Santos. En el 2021, los potosinos asistirán a una de las luchas más espectaculares de la historia. Se juegan la gubernatura Horacio Sánchez Unzueta y Andrés Manuel López Obrador.
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