El Jardinero de la Alameda. Dedicado al profesor Carlos López Torres. Fragmento

11 agosto, 20184:29 pmAutor: Valentín Ortiz RebollosoCultura

Negar que ayer fuiste un botón en mis andares y que ahora al paso de los años quisiera preguntarle al tiempo lo que has hecho para continuar perdurando en donde solo tú lo sabes. No es pretextar que pese a los contundentes golpes que ambos hemos recibido, saber de ti mi primera rosa es impropia vacua pose.

Para que veas que no es puro rollo en la nostalgia podas prendes y cierto es que son de un rosal del cual para tí, violentando uno de los diez mandamientos por usted la robé. Ahora el aroma de tus pétalos a quien le propiciarán cerrar sus párpados cuando estos se filtren por sus poros, a quien se lo impregnarás en tu piel, que me imagino su tibieza no decae. Suelto amarras de mi pensamiento en la distancia que está muy distante de ambos y que a veces, aunque lo quisieras desmentir en tu tálamo un suspiro al recuerdo desatas. Piropos de la vida es regresar a revisar las notas escritas por los pequeños juegos, rimeo en un sillón en que me pregunto, ¿acaso el fresco viento despierta mi memoria y te trae mi rosa fantasma? Que chingón y solidario era el jardinero que bien sabía cuidar sus rosas, que nos cuidaba las espaldas para que los tecolotes no quisieran levantarnos y llevarnos dizque por faltas a la falsa moral al charco verde.

La alfombra de nuestros cuerpos fue ese verde zacate en que volamos a otros cielos y las barreras contenciosas a las libidinosas miradas de los envidiosos mirones que garceaban los crotos de hojas verdes, moradas y rojas lo fueron. ¡Ya cayeron los revoltosos pirotécnicos que creían jugar las guerritas!. ¡Uno era profe Rojillo, los otros licenciados, uno anda huyendo! La extra, la extra, aquí está la noticia en la primera plana. El grito del voceador congelaba los claxonazos de las chatarras urbanas y un bolero le contaba a su cliente: se ve que el profe era de agallas, dicen que le dieron una madrina de la buena, que le echaron su aguita mineral en los huecos de la nariz, que le dieron toques abajo, pero que nada suelta. Esto me lo vino a decir un perro oreja. Hay que levantarle un monumento al profe Lopitos, no le hace que nos excomulgue «La Bola», ya estamos hartos de que se burlen los limantures, los mini virreyes del pueblo.

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