
En Soledad, ya están hartos de los Gallardo
13 agosto, 20225:05 pmAutor: Opinion
Empieza a circular una versión sorprendente, inesperada: en Soledad ya no quieren, detestan a los ex alcaldes Ricardo Gallardo Juárez y Ricardo Gallardo Cardona, no obstante ejercer un feroz cacicazgo que alcanza los 15 años. Los más enojados son los trabajadores del ayuntamiento, ahora bajo la bota de la edil, Leonor Noyola, que sólo firma los cheques que le ordenan sus capataces. Los empleados ganan salarios miserables que no les alcanza para lo básico que establece la constitución. Después de la jornada laboral, son obligados a realizar labores de proselitismo a favor del Verde Ecologista, lo que hacen a regañadientes y exánimes.
Los últimos comicios los ganaron porque el tartufo ex gobernador, Juan Manuel Carreras, le entregó al vilipendiado dueto, el control absoluto del Consejo Estatal Electoral. Fue el pago por haberlo ayudado a cometer un fraude exponencial en contra de la panista Sonia Mendoza. También los favoreció que el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador no cumplió el compromiso de encerrarlos en una mazmorra, por “mafiosos”. Sin restricciones, se dedicaron a la compra burda, descarada, infame de sufragios en las colonias donde la pobreza es más lacerante. Los que ventilan la soterrada decadencia del binomio, son los afectados directos. Aseguran que basta una alianza mínima de tres partidos en los próximos comicios para echarlos fuera del ayuntamiento. Es el móvil desesperado de Gallardo Cardona de convertir a Pozos en el municipio número 59, para suplir Soledad en caso de un posible revés.
Los trabajadores se quejan de los constantes acosos para que compren casas y vehículos que ofertan los ex ediles en sus boyantes negocios que tejieron con dinero del erario. Ahora habrán de pagar el ostensible anuncio de Gallardo Cardona, que ordenó a Noyola, patrocinar el consumo de enchiladas gratis, un día completo, en la Feria Nacional Potosina. El abusivo mandatario, también le endosó al edil de la capital, Enrique Galindo, pagar las garnachas para las ávidas masas, enajenadas con el prurito de que comerán a llenar gratis, cuando todo sale de sus escuálidas bolsas, sin apenas notarlo. Dejó pendiente la víctima que le habrá de pagar el consumo de la cerveza, que luego se la habrá de adjudicar. Gallardo sabe que desplazar a los ediles de sus funciones constitucionales, al quitarles el presupuesto destinado a obras públicas, no es por su inobjetable simpatía. Aunque le irrita que cada rato le restreguen su currícula criminal, la mala fama se la gana constante. Le saca jugo a su halo de hombre rudo, que no acepta un no a sus propuestas indecorosas. Convence con la ley de la selva o del aparato de castigo que aterriza con un congreso doblegado y una desprestigiada Auditoría Superior del Estado, que al menos sirve para sancionar a los munícipes que no acatan las órdenes del procaz carcelero.
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